Pablo Laso ejerce de entrenador de la misma forma que lo hacía sobre la pista en sus épocas de base madridista. No es un hombre polémico, salvo su controversia con Navarro, no le gusta ser la estrella le gusta trabajar para el equipo. Esa es la clave de la fenomenal temporada que está realizado el Real Madrid.
Laso ha conseguido, como lo hizo Mou, en su primer año alzarse con la Copa del Rey. Pero ha hecho algo más importante, que la afición y, sobre todo, la dirección del equipo blanco vuelvan a ilusionarse y a ver un caballo ganador en las sección de baloncesto.
Messina llegó a la capital de España como el mejor entrenador europeo de la historia y se fue con el rabo entre las piernas y con el papel de rival más dentro del vestuario que en el resto de canchas de la ACB y de Europa.
El fichaje de Laso cayó como un jarro de agua fria en la afición, que veía un parche con la elección de este entrenador con poca experiencia en los banquillos en equipos como Lagun Aro o Pamesa Valencia. El comienzo de la temporada devolvió la alegría al conjunto blanco con el espectáculo que generó la contratación temporal de Rudy o Ibaka.
Muchos dudaron del potencial blanco tras la marcha de estas dos grande figuras a la NBA pero Laso supo manejar el tiempo y sobre todo al vestuario blanco. Laso da los minutos en la pista con la cabeza y el corazón y deja aparte el cronómetro. Esa es la gran diferencia con Messina.
Si un jugador tiene la mano caliente, a buen seguro continuará en la pista salvo lesión o cansancio. No hay inventos ni parches. Velickovic es un cuatro, bajito si pero es y será un ala-pivot. No un alero como pensaba Messina.
La final de la ACB frente al Barcelona puede coronar a Laso en su primera temporada al frente del equipo blanco. A pesar de ello, ya ha conseguido su objetivo de principio de temporada ha demostrado que vale como entrenador madridista y que el futuro de la sección está asegurada con gente como él.
Borja Méndez